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lunes, 24 de enero de 2011

Liliana Díaz Mindurry - Tres poemas

                                                                                                  
      Liliana Díaz Mindurry (Buenos Aires, 1953) ha desarrollado su producción literaria de manera amplia e incesante. Su obra abarca la narrativa, la poesía y el ensayo, y podemos afirmar que su universo literario se caracteriza por ofrecer una visión existencialista de la realidad, un compromiso verdadero con el lenguaje, donde el exceso conduce a la desintegración de la materia y la duda es la ley que rige el orden social.
      Dueña de una belleza contemporánea, lo oscuro resplandece como un rubí, y su literatura se destaca por poseer una escritura original, de difícil asociación y clasificación. 

      Estos tres poemas que aquí compartimos pertenecen al libro "Resplandor final", que próximamente publicará Ediciones Ruinas Circulares.


LA GIOCONDA de Leonardo Da Vinci

Se ríe desde el fondo de los recuerdos,
se ríe desde el fondo de las esperanzas,
de la sangre de esos gatos que nadie recoge, del último fulgor que nadie ve en
/los ojos de los peces,
se ríe de los muebles de las alcobas que tienen deseos inconfesables, de las
/manos que jamás responden al dueño,
se ríe de los tigres en la calma del mar,
del revés de las caras.

Se ríe de la alegría que lastima la garganta ya por ser pena que endulza la lengua,
se ríe de las mañanas,
de las tardes,
del prometido amor y del temido infierno,
de los que descosen el futuro y tejen un pasado que no existió nunca para
/colgar en los balcones,
se ríe de la tibieza de las salas donde la palabra es terciopelo y seda, transparencia y perfume,
del cristal empañado en el ojo, del último calor del cuerpo
antes de la muerte.

Se ríe del corazón como una campana resonando, de la red que tiembla,
del Dios escondido en las cajas de las iglesias,
se ríe de los bosques cerrados hasta el borde de otros bosques cerrados,
hasta el borde de otros bosques cerrados.

Se ríe,
se sonríe,
sabe que no resucita ningún día perdido en la tristeza
y que la piedra sobre piedra sólo es tejido de piedras.
(Los sirvientes lavan los espejos para que su sonrisa no contamine el porvenir).

LA FILOSOFIA DEL CAMARIN de René Magritte

Cuando nadie los ve
cuando nadie los oye
los vestidos guardan deseos de otros como heridas abiertas, como sangre expuesta,
las ajenas miradas de la desdicha, las voces roncas, las fracturadas noches,
las alegrías futuras como perros por nacer.

Los zapatos reflejan el universo, ese Dios que guarda en los cajones toda la /infelicidad del mundo,
las nostalgias que caen del cielorraso
y los pasos que llevan al placer en los dedos y en la punta de los labios.

Les queman los días pasados y los por venir,
tontos de sueños, de esperanza y de hambre,
ellos,
puestos en el lugar de lo viejo,
juegan dulcemente a las trampas.

Hablan a veces con voz de agua jabonosa,
hablan a veces
del perfume de las cosas estancadas, del espejo que los guarda en sus  aguas.

Así lastimados
son eternos. No sonríen ni dejan que nadie les sonría.
Recuerdan que es mejor olvidar y como filósofos no creen en lo que se ve,

                                   beben tranquilos las luces de la sombra,
y hasta entienden
                                                                       por momentos
                                                                                   esa música sin freno
                                                                                              de la muerte.

CRISTO MUERTO de Hans Holbein el joven

Había una vez, hubo una vez o no hubo nunca. No debo decir el caos.
Había una vez un lastimado,
se oye su muerte en todas partes,
en todas partes.

No ángeles de la guarda, no estampas, no luces, ningún contorno,
las horas del lastimado son eternas.

No luces.
Se puso toda la muerte en el cuerpo,
toda la muerte,
no ángeles,
las horas del lastimado
del muerto, del clavado a todos los cuerpos
crecen como serpientes. No debo decir el caos.

No luces, no ángeles:
los salmos se le duermen en la frente, debajo de las cejas y en la garganta.

Agitaba la eternidad como si fuera una mezcla.

Gatos negros y azules, palabras como gatos negros y azules se volcaban en
/todos los caminos,
llevaba sus pobres milagros pequeños, el agua tibia de las frases goteando,
liviano como un dedo,
transparente.

No era un hombre.
No era una caja con forma de hombre.

Dulcemente su amor
se comía las cosas, brillaba en la saliva, se encendía en los costados de la boca.

Porque no es cierto que sí y no es cierto que no.
Le sacaron cualquier forma de la alegría
el brillo de la noche le enredó ese cuerpo que no gozaron las mujeres.
La luna como un lobo le mordió el vientre y le dobló la espalda.
Esperaba los clavos como fauces.

Los gatos se incendiaron.

Despacito se le aguaron los ojos.
No habría cielos empapelados de celeste
y crecerían las horas
los perros de las horas.

No habría más adentro ni afuera, ni aquí ni allá, ni latitud ni longitud.
Nadie cura la demencia,
                        ningún paraíso. El deseo no corrige la forma de las cosas.

                                   Dar órdenes no es lograr el resplandor.

Las cosas quieren salirse de sí, poner la mirada en blanco.
Es tan simple no estar.

Las horas del lastimado son eternas. Es eterno el perfume.
Es una negra música,
una ternura
            como una negra música.

En las estrellas se salieron los gatos,
las palabras como gatos
resucitaron.

El deseo no corrige el mundo.
Gloria al deseo.  


LILIANA DÍAZ MINDURRY nació en  Buenos Aires. Obtuvo en narrativa  la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores por la novela La resurrección de Zagreus, el  Primer Premio Municipal  de Buenos Aires en cuentos editados Bienio 90-91  por el libro  La estancia del sur,  el Primer Premio Municipal de Córdoba por el mismo libro, el Primer Premio Fondo Nacional de las Artes 1993  por la novela Lo extraño, Premio Centro Cultural de México en cuento 1993, Premio El Espectador de Bogotá en cuento 1994, ambos en el concurso Juan Rulfo de París, el 1º Premio Jiménez Campaña de Granada,  Premio Fernández Rielo de Madrid. Fue premiada por la Municipalidad de Encina de la Cañada (España) y en la Municipalidad de Puebla (México), obtuvo el Premio Planeta 1998  por la novela Pequeña música nocturna, entre otros premios.  Tiene dieciséis libros publicados, entre ellos las novelas La resurrección de Zagreus, A cierta hora, Lo indecible, Summertime, Hace miedo aquí. Algunos de sus libros de cuentos son: Buenos Aires ciudad de la magia y de la muerte, En el fin de las palabras, Retratos de infelices, Ultimo tango en Malos Ayres.  En poesía publicó Sinfonía en llamas, Paraíso en tinieblas, Wonderland: obtuvo el Premio Fondo Nacional de las Artes, el Subsidio de Antorchas, la Faja de Honor de la Sociedad de Escritores, el Primer Premio Embajada de Grecia,  el Primer Premio First, etc.  Varios de sus poemas fueron publicados en Colombia, Austria y otros países. Su obra fue traducida al alemán y al griego.  El cuento Onetti a las seis  fue llevado a la escena teatral por Hernán Bustos junto con Un sueño realizado  de J C Onetti. Realizó el prefacio a las obras completas de Onetti en la Editorial Galaxia Gutenberg de España y han escrito numerosos ensayos sobre su obra. Coordina talleres literarios desde 1984.

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